“Nada de vosotros retengáis para vosotros,
a fin de que os reciba todo enteros
el que se os ofrece todo entero.”
Carta a toda la Orden, 29
CELEBRACIÓN DEL TRÁNSITO DE SAN FRANCISCO DE ASÍS
ORDEN FRANCISCANA SEGLAR- Fraternidad SAN GREGORIO MAGNO
ORDEN FRANCISCANA SEGLAR – FRATERNIDAD REGIONAL “SAN GREGORIO MAGNO”
INDICACIONES PREVIAS
- El material que se ofrece aquí es una propuesta que se puede adaptar atendiendo a las
necesidades y circunstancias de cada fraternidad.
- La celebración pretende reunir en comunidad y en oración a los hermanos para
conmemorar el Tránsito de san Francisco de Asís, por lo que se recomienda que se realice
la tarde-noche del 3 de octubre, víspera de la solemnidad del santo.
- La oración ayudará a los hermanos a reconocer a Dios como el Dador a quien debemos
restituir todos los bienes con alabanza y gratitud, y a renovar el espíritu de gratitud por el
don de la vocación cristiana y por la pertenencia a la Familia Franciscana.
- Si es posible, la celebración se llevará a cabo en un templo y se expondrá el Santísimo
Sacramento para la adoración de los hermanos.
- Otros signos que se utilizarán serán un icono del Cristo de san Damián, que será portado
por dos hermanos y colocado delante del altar en el momento indicado, y el cirio pascual,
que permanecerá junto al altar apagado durante toda la celebración y se encenderá cuando
se especifica.
- Para los momentos de reflexión personal se puede escoger música de fondo que ayude a
la adoración y a la contemplación.
MONICIÓN
La oración de esta noche tiene el tono de un gran gozo y el contrapunto
apacible de una vida que se escapa hacia la verdadera Vida, no en la
melancolía y la tristeza de lo que se acaba, sino en la esperanza y la
luminosidad de lo nuevo, de lo que comienza, de lo eterno.
La Pascua de Francisco de Asís, su paso al Padre, tuvo su comienzo en el
monte Alverna. Desde entonces podía decir con verdad: “Vivo yo, pero no soy
yo el que vive, es Cristo quien vive en mí.”
Hoy, justo al lado de su querida ermita de Santa María de los Ángeles,
Francisco puede decir: “Todo se ha cumplido. Padre, a tus manos encomiendo mi
espíritu.”
Cada momento de nuestra vida debe ser un paso hacia nuestra pascua
definitiva. En muchas personas se realizó la Pascua de Jesús de forma
ejemplar. Francisco de Asís vivió este momento con el mismo espíritu de
Jesús, en total entrega a la voluntad de Dios. Recordemos juntos los últimos
pasos del santo en el tramo final de su vida.
CANTO
Rosas de sangre han florecido,
reviven en tu cuerpo la pasión.
Francisco, de amor estás herido,
las manos los pies y el corazón.
Tus manos que acogen a los pobres,
y parten su pan con el mendigo;
yo quiero también amar a todos,
ya puedes, Señor, contar conmigo.
Sembrando la paz y el bien caminas,
y yo, sembrador, iré a tu lado,
en ti el Evangelio es carne viva,
y Cristo otra vez crucificado.
CRONISTA
Es el otoño de 1226. Francisco está en Siena, donde se sometió a una dolorosa
operación. Su precaria salud se debilita alarmantemente. Francisco tiene 45
años, pero la austeridad de vida, las enfermedades y, desde hacía dos años,
las Santas Llagas, habían extremado su debilidad. Cuando el médico le
manifiesta la gravedad de su estado, Francisco responde con serenidad:
FRANCISCO
“¡Bienaventurada, mi hermana la muerte, ella es para mí la puerta de la Vida!”.
CRONISTA
Francisco, herido de muerte, sin fuerzas y casi ciego, conoce que la hora de
su “pascua” ha llegado. Veinte años de su vida han transcurrido desde que se
decidió a seguir la llamada del Señor. Veinte años viviendo contra viento y
marea, en el seno de la Iglesia, “según el santo Evangelio de nuestro Señor
Jesucristo, en altísima pobreza y santa unidad”. Una vida radical y apasionada en
un amor total que ha subido hacia Dios y se ha extendido a los hombres y a
todas las criaturas.
En sus largas horas de enfermo, lejos de la ciudad, Francisco vuelve los ojos
atrás en una mirada agradecida… el beso al leproso… la desnudez ante el Obispo y
el pueblo de Asís… la voz del crucificado en la ermita de San Damián…, la
Porciúncula con los brazos abiertos de la Madre de Cristo, la Virgen pobre y humilde
de Belén y del Calvario… La hermana Clara, la versión femenina de la “forma de
vida” de los hermanos… la que supo interpretar su corazón mejor que nadie… la luz
de Clara en medio de las tinieblas de los días desgarradores de su “noche”… La
multitud que le sigue…
Francisco sigue reviviendo recuerdos… La Regla y Vida… sumiso y obediente a
la Santa Iglesia… “El Señor Papa me la aprobó… Vivir el santo Evangelio en
verdadera pobreza…”
El pensamiento de Francisco vuela a Santa María de los Ángeles, la pequeña
casa de la Virgen, la Porciúncula, el único lugar del que Francisco mandó a
los hermanos que no se marchasen nunca:
FRANCISCO
“Si os echan por una puerta, entrad por la otra”.
CRONISTA
La Porciúncula, cuna y hogar de Francisco y sus hermanos, de la hermana
Clara… ¡Santa María de los Ángeles!
Ahora, cuando sus días están contados, cuando más que nunca Francisco se
abandona al amor de Dios y vive intensamente la simplicidad del pobre y del
hijo que se sabe amado del Padre, siente el deseo de volver a la Porciúncula,
de despedirse de sus hermanos en la casa bendita de Santa María de los
Ángeles.
Y emprenden camino por aquellos campos donde quedaron jirones de su vida
y en los que resuenan aún las alabanzas divinas de los juglares de Dios.
A mitad de camino, pide que le vuelvan de cara a la ciudad de Asís, ¡su
ciudad!, escenario vivo de su vida alegre y despreocupada, de su conversión,
de su aventura a lo divino. Y la bendice agradecido por sus incomprensiones
y bondades; y pide para ella la protección y la ayuda de Dios.
FRANCISCO
¡Bendita seas del Señor, ciudad santa, Tierra y morada de los que conocen y glorifican
su nombre bendito y glorioso por los siglos de los siglos! ¡Por ti se salvarán muchas
almas y en ti habitarán muchos siervos de Dios!
CRONISTA
En Santa María de los Ángeles, Francisco se encuentra en su casa. Fray Elías
y los demás hermanos son como sombras humildes y silenciosas,
sobrecogidos de dolor ante la inminencia de la separación.
En el alma del padre hay mucho amor en esta hora suprema. Todo el dolor
de unos hermanos que por buscar lo mejor, están a punto de olvidar lo
verdadero, de interpretar mal su ideal evangélico… todo se ha diluido en el
mar inmenso de su amor al Cristo Pascual; al Padre de las misericordias; al
Espíritu Santo, alma de su proyecto de vida; a la Virgen Madre… en cuyos
brazos nació y cuyos brazos ha buscado para exhalar el último suspiro; a la
Eucaristía, la presencia real de Jesús en medio de nosotros en humildad y
pobreza.
FRANCISCO
¡Tiemble el hombre todo entero, estremézcase todo el mundo y exulte el cielo cuando
Cristo, el Hijo de Dios vivo, se encuentra sobre el altar en manos del sacerdote! Mirad,
hermanos, la humildad de Dios y derramad ante Él vuestros corazones.
A continuación, se expone el Santísimo Sacramento. Todos, de rodillas, adoramos.
CANTO
Tú eres el Bien, todo bien, sumo bien,
Señor Dios, Vivo y verdadero.
Tú eres Santo, Señor Dios único, que haces maravillas.
Tú eres fuerte, Tú eres grande, Tú eres altísimo.
Tú eres Rey omnipotente, Tú eres Padre Santo, Rey del cielo y de la tierra.
Tú eres Trino y Uno, Señor Dios, todo bien.
Tú eres caridad y amor, Tú eres sabiduría.
Tú eres humildad, Tú eres paciencia, Tú eres seguridad.
CRONISTA
Hay una paz armoniosa en la tarde. Todo canta… El hermano sol, al llegar
al final de la jornada, lo tiñe todo de fuego, cambiando la faz de la tierra.
Llamados por Francisco, los hermanos se acercan. Sus ojos ciegos no pueden
ver, pero su corazón los siente y los ama; quiere tenerlos cerca en esta hora
suprema, como cuando, al calor del fuego en el invierno y en la umbría del
bosque en el verano, les enseñaba a amar a Dios y cantaban las alabanzas
divinas.
FRANCISCO
No estéis tristes, hermanos, es voluntad de nuestro Señor que pase esta hora para entrar
en su gloria… ¡alegrémonos y démosle gracias todos juntos, como hemos hecho siempre!
Hermano León, recita el Cántico de las Criaturas, ¿lo recuerdas, hermano?
CRONISTA
El sencillo fray León y los demás hermanos con él, alzando los brazos,
comienzan a desgranar los versos del Cántico del Hermano Sol. La alabanza del
pobrecillo de Asís resuena en toda la tierra cantando la grandeza de la
creación.
Se recita a coros con música de fondo.
Omnipotente, altísimo, bondadoso Señor,
tuyas son la alabanza, la gloria y el honor;
tan sólo tú eres digno de toda bendición,
y nunca es digno el hombre de hacer de ti mención.
Loado seas por toda criatura, mi Señor,
y en especial loado por el hermano sol,
que alumbra, y abre el día, y es bello en su esplendor,
y lleva por los cielos noticia de su autor.
Y por la hermana luna, de blanca luz menor,
y las estrellas claras, que tu poder creó,
tan limpias, tan hermosas, tan vivas como son,
y brillan en los cielos: ¡loado, mi Señor!
Y por la hermana agua, preciosa en su candor,
que es útil, casta, humilde: ¡loado, mi Señor!
Por el hermano fuego, que alumbra al irse el sol,
y es fuerte, hermoso, alegre: ¡loado mi Señor!
Y por la hermana tierra, que es toda bendición,
la hermana madre tierra, que da en toda ocasión
las hierbas y los frutos y flores de color,
y nos sustenta y rige: ¡loado, mi Señor!
Y por los que perdonan y aguantan por tu amor
los males corporales y la tribulación:
¡felices los que sufren en paz con el dolor,
porque les llega el tiempo de la consolación!
CRONISTA
En el silencio, el Cántico de las Criaturas parecía resonar en toda la creación
con ecos de gratitud hacia su intérprete y cantor. La voz de Francisco se deja
oír:
FRANCISCO
No, hermanos, no digáis todavía amén. Hermano León, te ruego que escribas los
últimos versos que nuestro Señor se digna inspirarme.
CRONISTA
Y fray León, con mano temblorosa, escribe los últimos versos dictados por
Francisco:
FRANCISCO
Y por la hermana muerte: ¡loado, mi Señor!
Ningún viviente escapa de su persecución;
¡ay si en pecado grave sorprende al pecador!
¡Dichosos los que cumplen la voluntad de Dios!
¡No probarán la muerte de la condenación!
En este momento se presenta el icono del Cristo de san Damián. Dos hermanos lo pueden portar desde el
fondo del templo hasta los pies del altar. Mientras, se puede escuchar el siguiente audio o entonar algún
otro canto apropiado:
https://www.youtube.com/watch?v=s1KR3Rgu-ao
CRONISTA
¡Cristo crucificado! ¡El Cristo de la Pascua, por cuyo amor tantas lágrimas
derramó Francisco! ¡El Cristo del monte Alverna, que le marcó a fuego con
dolor y gozo! ¡El Cristo doliente y glorioso!
El Señor de la gloria, cuya cercanía hace más dolorosa la ausencia, arranca
del alma de Francisco una súplica ardiente y confiada que expresa con las
palabras del salmo 141:
FRANCISCO
A voz en grito clamo al Señor,
a voz en grito suplico al Señor;
desahogo ante él mis afanes,
expongo ante él mi angustia,
mientras me va faltando el aliento.
Pero tú conoces mis senderos,
y que en el camino por donde avanzo
me han escondido una trampa.
Mira a la derecha, fíjate:
nadie me hace caso;
no tengo adónde huir;
nadie mira por mi vida.
A ti grito, Señor;
te digo: «Tú eres mi refugio
y mi lote en el país de la vida».
Atiende a mis clamores,
que estoy agotado;
líbrame de mis perseguidores,
que son más fuertes que yo.
Sácame de la prisión,
y daré gracias a tu nombre:
me rodearán los justos
cuando me devuelvas tu favor.
TODOS
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo…
CRONISTA
Francisco se dirige a cada uno de sus hermanos. Palabras de consuelo y de
ánimo salen de su boca en esta hora solemne: la paciencia en el sufrimiento,
fidelidad a la vida según el santo Evangelio y a la altísima pobreza, a la Iglesia de
Roma… el gozo de ser pobres y sentirse, por ello, amados del Señor.
Se recita a dos coros el Salmo 112:
Alabad, siervos del Señor,
alabad el nombre del Señor.
Bendito sea el nombre del Señor,
ahora y por siempre:
de la salida del sol hasta su ocaso,
alabado sea el nombre del Señor.
El Señor se eleva sobre todos los pueblos,
su gloria sobre los cielos.
¿Quién como el Señor, Dios nuestro,
que se eleva en su trono
y se abaja para mirar
al cielo y a la tierra?
Levanta del polvo al desvalido,
alza de la basura al pobre,
para sentarlo con los príncipes,
los príncipes de su pueblo;
a la estéril le da un puesto en la casa,
como madre feliz de hijos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo…
CRONISTA
Mientras Francisco yace en la Porciúncula, Clara y las hermanas sienten cerca
al hermano en esta hora bendita. Francisco les mandó por escrito una
bendición, asegurando que lo verían de nuevo y sentirían un gran consuelo.
Y una última voluntad para las hermanas:
FRANCISCO
“Yo, Francisco, pequeñuelo, quiero seguir la vida y pobreza de nuestro Señor Jesucristo
y de su santísima Madre, y perseverar en ella hasta el final; y os ruego, señoras mías, y
os aconsejo que viváis siempre en esta santísima vida y pobreza. Y estad alerta, para no
apartaros jamás de ella por enseñanza o consejo de nadie.”
CRONISTA
La tarde va cayendo y la vida de Francisco se apaga como el sol tras la cumbre
de las montañas. Ha pedido que lo dejen morir desnudo sobre la tierra. Los
hermanos consiguen que acepte un hábito de limosna.
El hermano Francisco sabe que, cuando él muera, es vital que el espíritu
fraterno mantenga unidos a los hermanos a través del tiempo y de la distancia,
y se estremezcan de gozo cuando se reúnan en cualquier parte del mundo.
Pide un pan, y en un gesto profético que recuerda la última cena de Jesús con
los suyos, con amor y sencillez, lo parte y lo reparte entre sus hermanos: es el
pan de la unidad.
Después, con los brazos cruzados bendice a todos los que en el lugar de Santa
María de los Ángeles fueron consagrados al Señor.
Se puede entonar la bendición de san Francisco o escuchar el siguiente audio:
https://www.youtube.com/watch?v=OfpL_9nfXVM
El Señor te bendiga y te guarde;
te muestre su rostro
y tenga misericordia de ti.
Vuelva su rostro a ti y te dé la paz.
¡El Señor te bendiga!
CRONISTA
Y quiere que su última enseñanza a los hermanos sea la del mismo Jesucristo
por medio del evangelista Juan:
LECTURA DE LA PALABRA
Del Evangelio según san Juan
Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este
mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el
extremo.
Durante la cena, cuando ya el diablo había puesto en el corazón a Judas Iscariote, hijo de
Simón, el propósito de entregarlo, sabiendo que el Padre le había puesto todo en sus manos y
que había salido de Dios y a Dios volvía, se levanta de la mesa, se quita sus vestidos y, tomando
una toalla, se la ciñó. Luego echa agua en un lebrillo y se puso a lavar los pies de los discípulos
y a secárselos con la toalla con que estaba ceñido. Después que les lavó los pies, tomó sus
vestidos, volvió a la mesa, y les dijo: “¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros
me llamáis “el Maestro” y “el Señor”, y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el
Maestro, os he lavado los pies, vosotros también debéis lavaros los pies unos a otros. Porque os
he dado ejemplo, para que también vosotros hagáis como yo he hecho con vosotros.
“En verdad, en verdad os digo: no es más el siervo que su amo, ni el enviado más que el que
envía. Sabiendo esto, dichosos seréis si lo cumplís.”
“Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros. Que, como yo os he amado,
así os améis también vosotros los unos a los otros. En esto conocerán todos que sois discípulos
míos: si os tenéis amor los unos a los otros”.
CRONISTA
La lectura del pasaje del lavatorio provoca en Francisco lágrimas de
compasión.
En un cielo sereno brillan las primeras estrellas… El hermano Francisco se
apaga como la llama de un candil cuando se acaba el aceite. Una última
palabra:
FRANCISCO
“Yo he cumplido mi tarea. Cristo os enseñe la vuestra.”
Se enciende el cirio pascual. Momento de adoración personal en silencio.
CRONISTA
Todo está consumado. Francisco muere pobre, desnudo sobre la tierra.
Después de permanecer en el suelo algún tiempo, su cuerpo fue lavado y
amortajado… “Creyérase- dijo más tarde el hermano León- estar viendo al
divino Crucificado bajado de la cruz.”
El silencio de la noche se ve interrumpido por la salmodia de los hermanos
que, unida a los coros celestes, cantan la gloria de Dios. La paz y el bien se
extienden sobre la tierra.
En alabanza de Cristo bendito y de la Virgen María su Madre, la “pobrecita
Virgen que nos dio al Hijo de Dios, lo envolvió en pañales y lo acostó en el
pesebre.”
BENDICIÓN Y RESERVA